viernes, 4 de septiembre de 2020

Comunicación

 Yo gritaba porque era el único camino en que podía comunicarme. Cuando los adultos me hablaban directamente a mí, yo podía entender todo lo que ellos decían. Cuando los adultos hablaban entre ellos, eso sonaba como una charla incoherente. Yo tenía las palabras que quería decir en mi mente, pero no podía pronunciarlas; era como un gran tartamudeo. Cuando mi madre quería que hiciera algo, yo a menudo gritaba. Si algo me disgustaba, yo gritaba. Ése era el único camino con el que podía expresar mi disconformidad. Si yo no quería usar un sombrero, el único camino con el que podía comunicar mi deseo de no usarlo era tirarme al piso y gritar. Estar imposibilitada de hablar era una absoluta frustración. Yo gritaba todo el tiempo cuando mi maestra apuntaba el puntero hacia mí. Me asustaba porque yo había sido enseñada en casa que nunca debía apuntar un objeto puntiagudo hacia una persona. Yo temía que el puntero me quitara un ojo.

La fonoaudióloga tenía que ponerme en un estado relajado para que las palabras me pudieran salir. Ella me tomaba amablemente del mentón y me hacía mirarla y entonces me pedía que hiciera ciertos sonidos. Ella sabía hasta cuánto entrometerse. Si ella empujaba muy fuerte, yo tendría un trauma; si ella no empujaba lo suficiente, no progresaba. Durante las recientes visitas a los programas de autismo, yo he observado esta técnica usándose en muy diferentes tipos de programas. Cuando comencé a hablar, mis palabras eran fuertes, con énfasis en el sonido de las vocales. Por ejemplo, “bah” por “ball”. Mi fonoaudióloga estiraba los sonidos de las consonantes fuertes para ayudar a mi cerebro a percibirlos. Ella tomaba una taza y decía “ccc u ppp”. Las vocales son más fáciles de escuchar que las consonantes. Mis problemas de habla y lenguaje son similares a la pérdida del habla que ocurre en chicos quienes han tenido cirugía de cerebro para quitar tumores en el cerebelo y del vermis cerebelar (Rekate et al. 1985). Los chicos que perdieron el habla y luego recobraron su habilidad hablan con palabras tensas por un tiempo. La habilidad de aprender a hablar permaneció normal. Courchesne et al. (1988) y Murakami et al. (1989) descubrieron que los autistas moderados y de alto funcionamiento, en un alto porcentaje tenían un cerebelo subdesarrollado o anormalidades en la vermis cerebelar. En mi propio caso, los estudios de cerebro revelaron que mis hemisferios cerebelares son más pequeños que los normales. 

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